El origen del café: de las cabras etíopes a tu taza (¡y cómo llegamos a amarlo tanto!)

1. Kaldi y sus cabras: el primer “café para llevar”

Si eres de los que no puede funcionar sin un buen café por la mañana, te contaré cómo fue el origen del café ya que tienes que agradecerle a un pastor etíope llamado Kaldi… ¡y a sus cabras fiesteras! Allá por el siglo IX, en las tierras de Etiopía, Kaldi estaba cuidando a su rebaño cuando notó algo raro: sus cabras empezaron a dar saltos, a correr como locas y a hacer piruetas (bueno, tal vez no piruetas, pero ya me entiendes). ¿La razón? Habían estado mordisqueando unas cerezas rojas de café que crecían en los arbustos de la región de Kaffa. ¡Sí, Kaffa! ¿No te suena sospechosamente parecido a “café”? ¡Ajá, ahí está el origen del nombre!

Kaldi, que probablemente estaba tan cansado como tú antes de tu primera taza del día, llevó esas cerezas mágicas a un monje cercano. El monje, que seguro estaba harto de dormirse en sus oraciones nocturnas, hirvió las cerezas y ¡bam!, creó la primera bebida de café de la historia. De repente, se sintió más despierto que un búho en plena noche. Imagínate la escena: un monje saltando de alegría, diciendo “¡Esto es mejor que contar ovejas para no dormirme!”. Y así, queridos amantes del café, nació nuestra bebida favorita. Todo gracias a unas cabras que, sin saberlo, se convirtieron en las primeras adictas a la cafeína.

2. De Etiopía a la Península Arábiga: el café se pone viajero

El café no se quedó mucho tiempo en Etiopía, porque, vamos, ¿quién puede resistirse a algo tan delicioso? Para el siglo XV, el café ya había cruzado el Mar Rojo y llegó a la Península Arábiga, específicamente a Yemen. Ahí fue donde el café se puso elegante y empezó a ser cultivado en serio. Los árabes lo llamaron qahwa, que significa “vino” (¡ja!, si el café es tu vino, estamos en el mismo equipo). En Yemen, en un puerto llamado Mocha (sí, como el café mocha que pides cuando quieres darte un gustito), el café se convirtió en una estrella internacional.

¿Cuál es el origen del café en Etiopía?

Los comerciantes árabes, que sabían que tenían un tesoro en sus manos, lo llevaron por todo el mundo islámico. Para el siglo XV, el café ya era la bebida de moda en lugares como Persia, Egipto y Turquía. Imagínate a los comerciantes en los mercados gritando: “¡Llévate tu café, amigo! ¡Te hará olvidar el camello que te dejó plantado esta mañana!”. Las primeras cafeterías, conocidas como qahveh khaneh, aparecieron en esta época, y eran como los Starbucks de la antigüedad: lugares para charlar, hacer negocios y, claro, tomar café hasta que te temblaran las manos.

3. El café conquista el mundo (y nuestros corazones)

Desde la Península Arábiga, el café se lanzó a conquistar el mundo como si fuera un influencer con una buena campaña de marketing. Para el siglo XVII, llegó a Europa, y los europeos se volvieron locos por él. En Venecia, Londres y París, las cafeterías se multiplicaron más rápido que los memes de gatos en internet. Pero no todos estaban contentos: algunos lo llamaban “la bebida del diablo” porque, bueno, te hacía estar despierto y hablar más de la cuenta. ¡Como si eso fuera algo malo! A nosotros, los amantes del café, nos encanta charlar a mil por hora después de un buen espresso, ¿verdad?

Mientras tanto, los holandeses, que eran los reyes del comercio en esa época, decidieron que el café debía ser global. Lo llevaron a sus colonias, como Java (¡sí, de ahí viene el nombre de tu café de Java!), y luego a América. Para el siglo XVIII, el café ya se cultivaba en Brasil, que hoy en día es el rey absoluto de la producción de café. ¿Sabías que Brasil produce alrededor del 40% del café del mundo? ¡Eso es mucho café para mantenernos despiertos!

4. De la cereza a tu taza: un viaje que vale cada sorbo

Ahora que sabemos cómo el café llegó a nuestras vidas, hablemos de cómo llega a tu taza. Esas cerezas rojas que comieron las cabras de Kaldi son el fruto del cafeto, una planta que crece en regiones tropicales. Dentro de cada cereza hay dos granos (o a veces uno, si es un grano peaberry, que es como el unicornio del café). Esos granos se cosechan, se procesan, se tuestan y se muelen para convertirse en el polvo mágico que usas en tu cafetera.

Y aquí va un dato para que presumas en tu próxima cita cafetera: el café que tomas puede ser de dos tipos principales, Arábica o Robusta. El Arábica es el más suave y aromático (perfecto para los que se sienten fancy), mientras que el Robusta es más fuerte y tiene el doble de cafeína (ideal para esos días en que necesitas un empujón extra para no dormirte en una reunión de Zoom).

5. Por qué los amantes del café somos un club especial

Seamos honestos: los que amamos el café no solo lo tomamos, lo veneramos. Es nuestro ritual matutino, nuestro compañero de trabajo, nuestro salvavidas en las noches de insomnio. Desde las cabras de Kaldi hasta tu taza de hoy, el café ha recorrido un largo camino para convertirse en el mejor amigo de millones de personas en el mundo. Así que la próxima vez que tomes un sorbo de tu cappuccino, espresso o café con leche, dale un brindis mental a Kaldi y sus cabras. ¡Sin ellos, estaríamos todos durmiendo la siesta a las 10 de la mañana!

¿Cuál es la historia de las cabras y origen del café ?


“¿Cuál es tu ritual cafetero favorito? ¿Eres de los que muele sus granos con música clásica de fondo, o de los que corren a la cafetería más cercana gritando ‘¡necesito cafeína ya!’? ¡Cuéntame en los comentarios!”

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